
... Y molestado por aquellos ojos penetrantes y aquel ademán de súplica, rechazó Villefort a Mercedes, y entró en su casa cerrando apresuradamente la puerta dejando a la joven entregada al dolor y a la desesperación.
Pero el dolor no se deja rechazar tan fácilmente. Parecido a la flecha mortal de la que habla Virgilio, el hombre herido por él lo lleva siempre consigo.
Aunque había cerrado la puerta, al llegar Villefort a su gabinete sintió que sus piernas flaqueaban, y lanzando, más que un suspiro, un sollozo, dejóse caer en un sillón...
Extracto: El Conde de Montecristo, Alexandre Dumas
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